La actual tendencia a volver al uso de uniforme en nuestro país, pudiendo destacarse un especial auge en estos momentos en el sector público de la educación, ha generado un intenso debate entre los detractores y partidarios de éste.
Las críticas de los más firmes detractores del uniforme sostienen que el uso de éste no es un medio eficaz para acabar con las diferencias sociales, sin embargo es innegable que el uso del uniforme abarca una serie de connotaciones positivas que van más allá del simple ahorro económico que éste supone para el seno familiar. Connotaciones como pueden ser el aumentar el sentido de pertenencia a un grupo, fomentando valores como el de compañerismo y trabajo en equipo, evitar vestimentas estrafalarias, inadecuadas o provocativas, frenar el auge del consumismo exacerbado que podemos encontrar en los niños de hoy y con ello evitar situaciones en las que muchos niños y niñas compiten a ver qué modelos y marcas van a lucir a diario y donde los niños pertenecientes a las clases sociales más bajas suelen salir desfavorecidos convirtiéndose a menudo en objeto de burla por parte de sus compañeros. De esta forma además del ahorro económico, el empleo de este tipo de vestimenta quita la rivalidad por las marcas de ropa, que muchos padres no se pueden permitir y así se equipara a todos.
Otra crítica frecuente al uso del uniforme mantiene que éste no ayuda a la hora de mantener la disciplina escolar, ya que los problemas disciplinarios no se solucionarían con el uniforme. Sin embargo, es indiscutible que el uso del uniforme crea una disposición en el niño a la hora de acatar órdenes y reglas y que quizás sea cierto que por si mismo el uniforme no tenga capacidad para solucionar problemas disciplinarios pero puede convertirse en un gran aliado de profesores, orientadores y Reglamentos de Convivencias.
Ante la diversidad de opiniones sobre la conveniencia o no de implantar uniformes escolares, cabe destacar el hecho de que la decisión final de su uso corresponderá siempre a los padres. Por lo que nunca podremos hablar de una imposición del uniforme sino más bien de una opción con más ventajas que desventajas al alcance de los padres. La Junta de Andalucía se ha pronunciado también a este respecto estimando que «sería conveniente que cada centro, de común acuerdo con los padres decidiera poner uniformes»
En definitiva, el uniforme es económico y disciplinario, y se acostumbra al niño desde pequeño a cumplir unas normas que luego, en un futuro, repercuten en otros comportamientos también.
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